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¿Qué son las vacunas?


Una vacuna es un preparado que se basa en microorganismos (muertos, debilitados o vivos).


Producido con toxoides, bacterias, virus atenuados, muertos o realizadas por ingeniería genética y otras tecnologías.


Se administran las vacunas a las personas para generar inmunidad activa y duradera contra una enfermedad.

Estimulando la producción de defensas, ya que el sistema inmune podrá reconocer el agente infeccioso y lo destruirá.

También existe otro tipo de protección generada a partir de gammaglobulinas.


Esta otra protección producen inmunidad inmediata y transitoria a través de la aplicación directa de anticuerpos.


Antes de nacer los bebés adquieren a través de la placenta las defensas necesarias para protegerse frente a posibles infecciones durante las primeras semanas de vida.

Sin embargo, pierden esa protección en poco tiempo, aunque éste varía en función del microorganismo de que se trate.


Así, mientras que en enfermedades infecciosas como:

  1. La tos ferina

La inmunidad transmitida por la madre se mantiene apenas unas pocas semanas, en otros casos, como el del sarampión, puede prolongarse hasta seis meses o un año, según los niños.


Este hecho determina dos cosas muy importantes:

  1. La necesidad de las vacunas que el niño necesita para protegerlo frente a las enfermedades conocidas

  2. El momento en que debe ser vacunado para mantener su inmunidad frente a ellas

La mayoría de las vacunas se inyectan, pero otras se ingieren (vía oral) o se nebulizan en la nariz.

¿Cómo funcionan las Vacunas?


El propósito de la vacuna consiste en estimular los mecanismos naturales de defensas de los organismos para que produzcan anticuerpos contra un germen en particular. 

En caso de que la persona vacunada sea expuesta a un germen, el cuerpo está preparado para hacerle frente.

Los riesgos son menores, puesto que la cantidad de gérmenes usados en la vacuna y el tiempo de exposición están cuidadosamente controlados.


La vacuna actúa desencadenando una respuesta de nuestro sistema inmunitario, que:

  1. Reconoce al microbio invasor (por ejemplo, un virus o una bacteria).

  2. Genera anticuerpos, que son proteínas que nuestro sistema inmunitario produce naturalmente para luchar contra las enfermedades.

  3. Recuerda la enfermedad y el modo de combatirla.

  4. Si, en el futuro, nos vemos expuestos al microbio contra el que protege la vacuna, nuestro sistema inmunitario podrá destruirlo rápidamente antes de que empecemos a sentirnos mal.

En definitiva, las vacunas son una forma ingeniosa e inocua de inducir una respuesta inmunitaria sin causar enfermedades.


Nuestro sistema inmunitario está diseñado para recordar.

Tras la administración de una o más dosis de una vacuna contra una enfermedad concreta, quedamos protegidos contra ella, normalmente durante años o incluso para toda la vida.


Por eso las vacunas son tan eficaces: en vez de tratar una enfermedad cuando esta aparece, evitan que nos enfermemos.


La importancia de la vacuna a nivel personal y comunitario


Gracias a la inmunización por medio de la vacunación se ha logrado erradicar enfermedades como la viruela, la poliomielitis, hepatitis, etc.


Por lo general, una vacuna proporciona protección para el resto de la vida.


Cuando una persona se vacuna contra una enfermedad, su riesgo de infección también se reduce, por lo que es mucho menos probable que transmita el virus o la bacteria a otras personas. Cuantas más personas de una comunidad se vacunen habrá menos personas vulnerables.


De ese modo se reducirán las probabilidades de que una persona infectada transmita el agente patógeno a otros.


La reducción de las probabilidades de circulación de un agente patógeno en la comunidad protege de la enfermedad a quienes no se les puede aplicar la vacuna correspondiente. 


El término «inmunidad colectiva» (también llamada «inmunidad de grupo») se refiere a la protección indirecta contra una enfermedad infecciosa. Esta se consigue cuando una población se vuelve inmune, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la infección con anterioridad.


La inmunidad colectiva no implica que las propias personas que no estén vacunadas o que no hayan presentado la infección sean inmunes.


Por el contrario, la inmunidad colectiva ocurre cuando las personas que no son inmunes pero viven en una comunidad en la que la proporción de inmunidad es alta.

Así tienen un menor riesgo de contraer una enfermedad en comparación con las personas que no son inmunes y viven en una comunidad en la que la proporción de inmunidad es baja. 


En las comunidades en las que la proporción de inmunidad es alta, las personas que no son inmunes tienen un menor riesgo de contraer la enfermedad en comparación con el riesgo que normalmente tendrían.


Pero esa reducción del riesgo deriva de la inmunidad de las personas de la comunidad en la que viven (es decir, la inmunidad colectiva) no del hecho de que ellas sean inmunes.


Incluso después de que la inmunidad de grupo se alcance por primera vez y se observe que las personas que no están vacunadas tienen un menor riesgo de padecer la enfermedad. De esta manera es posible disminuir aún más el riesgo si se aumenta la cobertura de vacunación.


En los casos en los que la cobertura vacunal es muy amplia, es posible que las personas que no son inmunes lleguen a tener un riesgo de contraer la enfermedad parecido al de aquellos que son verdaderamente inmunes. 


La OMS apoya la postura de lograr la inmunidad colectiva mediante la vacunación.


No permitiendo que una enfermedad se propague en una población, ya que ello daría como resultado que se presentarán casos y defunciones innecesarios.  


En el caso de la COVID-19, una nueva enfermedad que ha causado una pandemia mundial, se están desarrollando muchas vacunas. Algunas, tras haberse comprobado que son seguras y eficaces contra la enfermedad, se encuentran en las primeras fases de distribución.


Se desconoce la proporción de la población a la que se le debe aplicar la vacuna contra la COVID-19 para comenzar a observar inmunidad colectiva. 


Determinar esa proporción es un tema de investigación fundamental y es posible que se llegue a distintas conclusiones en función de la comunidad objeto de estudio.



La capacidad de producir inmunidad de grupo es una característica importante de las vacunas:

  1. Antipoliomielítica

  2. Antirretrovírica

  3. Antineumocócica

  4. Antiamarílica

  5. Antimeningocócica

Contra Haemophilus influenzae de tipo b y muchas otras que protegen contra enfermedades prevenibles mediante vacunación. Sin embargo, el enfoque de inmunidad colectiva solo funciona para las enfermedades prevenibles mediante vacunación que se propagan de persona a persona.


Por ejemplo, las bacterias que transmiten el tétanos están en el medio ambiente, no en otras personas. Por lo tanto, las personas que no están vacunadas no cuentan con protección contra la enfermedad, aun cuando la mayoría de la comunidad se haya vacunado. 


¿Cómo se hacen y prueban las vacunas?


La primera vacuna fue descubierta por el médico inglés Edward Jenner en 1798, éste descubrió que al utilizar el virus de la viruela de las vacas en los humanos, éstos quedaban inmunizados frente a la viruela humana.


Es por eso que el término vacuna proviene del latín vaccinus, que es perteneciente o relativo a las vacas, de vacca (vaca).


El primer ensayo de una vacuna experimental se realiza con animales, con el fin de evaluar su seguridad y sus posibilidades para prevenir la enfermedad.


Con posterioridad se realizan ensayos clínicos con seres humanos, en tres fases:

  1. En la fase I se administra la vacuna a un pequeño número de voluntarios, a fin de evaluar su seguridad, confirmar que genera una respuesta inmunitaria y determinar la dosis correcta.

  2. En la fase II, se suele administrar la vacuna a cientos de voluntarios, de los que se hace un seguimiento estrecho para detectar cualquier efecto secundario y evaluar su capacidad de generar una reacción inmunitaria.

  3. Además, de ser posible, en esta fase se obtienen datos sobre resultados relacionados con enfermedades, pero, por lo general, en números insuficientes para tener un panorama claro del efecto de la vacuna en la enfermedad.

  4. Los participantes en esta fase tienen las mismas características (por ejemplo, edad y sexo) que las personas a las que se prevé vacunar.

  5. En esta fase, algunos voluntarios reciben la vacuna y otros no, lo que permite efectuar comparaciones y extraer conclusiones sobre la vacuna.

  6. En la fase III se administra la vacuna a miles de voluntarios, algunos de los cuales reciben la vacuna experimental y otros no, al igual que en los ensayos de fase II.

  7. Los datos de ambos grupos se comparan cuidadosamente para determinar si la vacuna es segura y eficaz contra la enfermedad de que se trate.

Una vez disponibles los resultados de los ensayos clínicos se deben adoptar una serie de medidas que incluyen exámenes de eficacia, seguridad y fabricación.

Con miras a obtener las autorizaciones normativas y de salud pública previas a la introducción de la vacuna en un programa nacional de inmunización.

Después de la introducción de una vacuna se mantiene un estrecho seguimiento destinado a detectar cualquier efecto secundario adverso imprevisto y evaluar con más detalle su eficacia en condiciones de uso sistemático.


Incluso con mayor número de personas, así como para seguir evaluando la mejor manera de utilizar la vacuna y de conseguir el máximo efecto de protección.


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